Había llegado el día temido y seguía sin planes. ¿Por qué iba a tener que amargarme un día? ¿Por qué me iba a tener que encontrar sola? No estaba dispuesta a sentirme mal por algo ajeno a mi, así que me arreglé lo mejor que pude y supe, y salí a la calle. Me di un paseo por la ciudad, respiré aire fresco y sonreí a todo el que pasó por mi lado. Estaba contenta, nadie iba a amargarme un día de mi fin de semana sólo por ser el día de los enamorados. Intentaba no pensar en eso. Compré algo rico para comer, una botella de vino, y algún dulce y me fui dispuesta a pasar un fin de semana como otro cualquiera. Cuando llegué a casa tenía una llamada perdida en mi teléfono, como muchas veces me ocurría, había dejado mi móvil cargándose en la cocina. El número que aparecía no me sonaba familiar así que pensé que alguien se habría equivocado y si no, pues ya llamaría otra vez. Cuando estaba preparando mi comida sonó el timbre: -¿si? -Un paquete para usted. Abrí la puerta sin grandes esperanzas, estaba esperando un paquete con algunas cosas que mi madre me había dicho me iba a mandar. Cuando el chico se acercó vi una caja muy pequeña para ser la que esperaba, la recogí, firmé, le di las gracias y cerré la puerta. La abrí y dentro había una rosa con una nota: Te echo de menos. ¿Se habrían equivocado? Esto no podía ser para mí. ¿Quién me iba a echar de menos? ¿Sería una broma de mis amigas? No, porque sería una broma de muy mal gusto. Le di la vuelta a la tarjeta y se me cayó de las manos. !Dios mío! !Era de él! No, no era posible. No era su letra. !Qué tontería! ¿Cómo iba a ser su letra si no estaba aquí? Sería la letra del dependiente de la tienda. !Qué nervios! ¿Habría regresado? No, no, era imposible. En Japón trabajaba muy duro y no tenía vacaciones por el momento, o eso me había dicho, pero hacía tanto tiempo que no sabía nada de él… Estaba aturdida, feliz, pero aturdida, sin poder pensar, totalmente aturdida. !Me había mandado una rosa desde Japón! !Se había acordado de mi! !Aún me quería! En mi cabeza había luces de colores, pajaritos, estrellas, no sabría decir lo que estaba pasando por mi cerebro. !Era feliz! Sonó el teléfono y lo cogí sin mirar el número que llamaba, pensando que sería mi madre, pues esperaba su llamada.
– ¡Mamá no sabes lo que me acaba de pasar!
Una voz masculina y conocida me respondió del otro lado: -No soy tu madre, pero no me importaría que me contaras lo que ha sucedido.
No supe que decir, me quedé muda por el impacto, esto era mucho para mi, me iba a dar algo. No podía ser. !Estaba hablando con él! Mis piernas se pusieron a temblar, al igual que mis brazos, de tal manera que el teléfono golpeaba sutilmente mi oreja. Hasta los dientes castañeteaban. ¿Qué me estaba sucediendo?
-¿Sigues ahí? Eooooo. Por favor, dime algo. ¿Estás bien? ¡Contesta por favor!
Notaba en su voz que se empezaba a preocupar, pero no era capaz de contestar, no me salía la voz, así que colgué. ¿Colgué? ¿Qué me estaba pasando? ¿Cómo era posible? ¡Diooos! !Por favor! !Que volviese a llamar! ¿Pero cómo se podía ser tan tonta? ¿Qué coño le ocurría a mi cerebro? ¿Por qué le enviaba esas señales a mi cuerpo? Uf, me estaba volviendo loca. Me tuve que sentar y respirar profundamente, mi corazón latía a mil por hora. Menos mal que al cabo de un rato el teléfono volvió a sonar.
-¿Si?- Esta vez descolgué despacio.
-!Estás ahí! !Menos mal! Estaba preocupado, no sabía si te había pasado algo.
-Si, (silencio) estoy aquí, (silencio) es que no esperaba escuchar tu voz, (silencio) siento haber colgado el teléfono.
-No te preocupes. ¿Estás bien?
-Si,si. Gracias por la rosa, me ha hecho mucha ilusión recibirla. (Mi voz era tenue)
-De nada. Te echo de menos, en serio, y sé que este día significa mucho para ti aunque lo niegues. Me encantaría estar ahí contigo.
-No me has llamado, no he sabido nada de ti en todo este tiempo. (Empezaba a sonar como una niña pequeña mimosa.)
-No estaba seguro de si me cogerías el teléfono.
-Yo también te he echado de menos. Me encanta la rosa, es preciosa.
-Me alegro de que te guste, ahora tengo que colgar, voy a cenar a casa de un compañero español y llego tarde.
-Pásalo bien, gracias por llamarme, un beso.
-Te volveré a llamar pronto. Te quiero.
Y colgó, yo me quedé un rato con el auricular en la mano, sin saber muy bien en dónde estaba ni qué pensar. “Te quiero” me había dicho “te quiero”. Resonaba en mi cabeza: te quiero. !Dios mío! Me había vuelto a quedar pillada y encima… ¿Qué era ese olor? No, la comida no !Por favor! Con tanta emoción me había olvidado de la olla. Salí disparada hacia la cocina, apagué el fuego, abrí la ventana y dejé que entrara el aire fresco.