50.Hacía ya semanas que todo olía a Navidad.

Hacía semanas que todo olía a Navidad, pero ya estaba a la vuelta de la esquina. Este fin de semana tocaban las cenas de empresa y las cenas con amigos. Javier siempre organizaba algo especial que generalmente conseguía sorprendernos. Este año nos había citado en un restaurante que estaba un poco alejado de la ciudad y del que yo no había oído hablar, pero que todos decían que estaba muy bien y era muy elegante. Aún no había tenido tiempo de pensar qué iba a ponerme, posiblemente reciclaría la ropa de otros años. Mis pantalones negros que siempre causaban sensación y no pasaban de moda, una camisa que tendría que elegir y lo que siempre mejoraba el resultado final: taconazos, era lo más fácil, «una mujer con taconazos no necesita nada más» la frase preferida de varios de mis compañeros de trabajo.

Mi madre ya había hablado con su familia para celebrarla juntos. La verdad que este año no tenía muchas ganas de celebraciones, aunque tendría que ir. Me encantaba la Navidad, pero me encontraba un poco floja para aguantar a mis primos y tíos. Martina y Alfonso también tramaban algo. Recordaba las Navidades pasadas, había estado sola, menos el día de fin de año… Aquel panettone… Alfonso…¡Cuánto se me habían complicado las cosas! ¡Qué lejano me parecía todo! No tenía la sensación de haberlo pasado nada bien.

Seguía sin hablarme con Sergio, lo había intentado varias veces pero me había negado a cogerle el teléfono, por lo menos en unos días. Había cerrado todas las cortinas de mi casa para hacerle un poco imposible su trabajo. Entendía que debía de ser por mi bien, pero me sentía traicionada.

Intentaba llevar mi vida de manera relajada, como si no pasara nada, como si todo fuese normal. Por dentro me moría de angustia, estaba deseando que pasara todo esto y poder regresar a mis cosas de siempre. Qué lejana parecía la normalidad, el saber que estaba siendo vigilada por unos y por otros hacía que me sintiera como un títere: no sabía qué hacer, ni cómo actuar, ni de qué hablar. Saber que alguien te mira durante las 24 horas del día me rompía, no me sentía segura en ningún momento ni en ningún lugar. No era capaz de ser natural con las personas, no era actriz y se notaba que algo me pasaba.

 

 

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