51.Acababa de salir de la ducha.

Acababa de salir de la ducha. Envuelta en mi albornoz blanco y con una toalla enroscada a mi pelo me asomé al balcón para comprobar que seguía lloviendo. Uf, sólo esperaba poder aparcar cerca del restaurante o me pondría pingando. Miré de reojo a la casa de enfrente y mi mirada chocó con la de Sergio. Comencé a temblar. Me hizo un gesto señalando su teléfono y en apenas dos segundos comenzó el mío a sonar. Descolgué:

-Hola. -Fui la primera en contestar-

-Lo siento Talara, perdóname, tendría que haberte avisado, solo pretendía evitarte un nuevo peligro.

-Sergio… Te echo tanto de menos… -Seguía mirando su ventana, pero él ya no estaba. Alcancé con mi mano la toalla y dejé libre mi pelo, sacudí la cabeza y lo desenredé con mis dedos.

-¡Qué guapa estás! Ten mucho cuidado, por favor. Estaré cerca de ti en todo momento. Cuando estés lista dame un toque, lo estaré esperando. Hoy estoy aquí solo, pero en cuanto avise vendrán mis compañeros.

Colgó, dejé el teléfono sobre mi cama.

Descorrí un poco las cortinas para que pudiera verme. En la radio sonaba «palmeras en la nieve» de Pablo Alborán, comencé a moverme despacio bailando a ritmo de la música, cerré los ojos, y aflojé un poco el cinturón de mi albornoz dejándolo entreabierto, canté agarrándome a sus solapas, sin dejar de moverme «..quién maneja el tiempo… que pierden a solas, quién teje las redes que les… ahogan…» de espaldas a la ventana lo dejé caer.

Sonó el teléfono y contesté sin volverme:

-¿Si?

-¡Mala! -Giré mi cabeza, Sergio estaba apoyado en la puerta de su balcón con el teléfono en la mano, lo miré, le sonreí y colgué. Apagué la luz de la habitación para que no pudiera verme y comencé a vestirme.

Saber que Sergio estaba pensándome  erizaba mi piel. Me encantaba imaginar que estaba en su cabeza…, en sus sueños…, en sus deseos…, de la misma manera que él estaba en los míos. Esto era estar enamorada, mmmm, me gustaba esa sensación.

Estaba poniéndome máscara en las pestañas y escuché como si se hubiese cerrado la puerta de la calle. Me separé del espejo y presté atención. Ningún ruido, posiblemente habría sido un vecino. De nuevo me concentré en mis ojos. ¿Por qué siempre que me ponía rímel entreabría los labios? Me parecía curioso, sonreí mientras metía el cepillito en el tubo para de nuevo sacarlo y pintarme. Al dirigir mi mirada al espejo sentí cómo una sombra se cernía sobre mi.

 

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