1. Varios días estuve en observación

Varios días estuve en observación, los médicos tenían miedo a que sufriese un derrame cerebral, el golpe había sido brutal. Aunque lo que realmente me dolía era el alma no quedaba otro remedio que esperar, pasaron tristes y grises los días de Navidad. El ver a las personas que quieres ingresadas contigo en un hospital lo volvía todo aún más oscuro. La Navidad era época de amor y de alegría, era mi temporada favorita y yo no podía ni sonreír. Mi madre preocupada, sentada a mi lado, no era consciente de que la oía llorar incluso mientras dormía; sus sollozos anidaban en mi cabeza, escuchándolos aún cuando ya no estaba en la habitación. Todo me parecía tan triste… Las enfermeras intentaban alegrarme los días sin éxito, sólo conseguían arrancarme una triste mueca levantando el lado izquierdo de mis labios. Me dieron el alta pidiéndome que me tomara las cosas con tranquilidad, nada de excesos, debería relajarme e intentar dormir bien, que bajo ningún concepto me olvidase de tomar la medicación. Por último, nos aconsejaron que estuviese acompañada día y noche, nada de volver a mi casa sola.

Sergio me llevó a su casa imponiéndose a los deseos de mi madre. Yo me dejé hacer. No tenía fuerzas para luchar con uno ni con otro, ni para decidir, necesitaba calma, tranquilidad, necesitaba paz, que nadie me hiciese preguntas, que nadie me hablase. Mi mente no estaba en mi cuerpo, mi cuerpo estaba vacío, hueco, dolorido. Mi mente no paraba de hacerse preguntas que no podía contestar y la bloqueé, conseguí deshacerme, por unos días, de los ecos de todo lo que me había sucedido. Con mi madre eso sería impensable. La conocía, sabía que aunque sus intenciones eran siempre buenas intentaría animarme hablando sin parar o haría preguntas que ella misma respondería, pero yo no estaba dispuesta a seguirle el juego, esta vez no podía.

Así pasamos los últimos días del año, entre arrumacos. Nos limitamos a estar abrazados, día y noche, besándonos, acariciándonos, deseándonos, mi cuerpo doblegándose a él. Me alimentaba de su aliento, respiraba su piel. Necesitaba su cariño incondicional, necesitaba sentir que me quería, necesitaba saber que era su vida, necesitaba su compañía.

Era en lo único que podía pensar, lo único en lo que quería pensar: Sergio. Qué sencilla podía ser la vida cuando dos personas se amaban como nosotros lo hacíamos. Dos personas amándose, solas, una habitación para dos, sin nadie más, sin distracciones. Dos almas sintiéndose, fundiéndose. Qué fácil podía llegar a ser dejarse amar, dejarse querer, dejarse desear… Si no existiese más mundo que el de nuestros cuerpos entrelazados, si la mente no pudiese abandonarnos, qué fácil sería…

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