3. ¿Cuántas veces podía romperse un corazón sin dejar huella?

¿Cuántas veces podía romperse un corazón sin dejar huella, sin marcarlo, sin destruirlo, sin morirse, sin matarlo? Sentía que mi corazón se había roto demasiadas veces. Sentía sus trozos en mi interior, sentía mi agonía.

Sola, estaba sola, de nuevo sola. Intentaba enfrentarme a la vida y la fuerza se me iba. Me sentaba a escuchar piezas clásicas que conseguían vaciarme aún más el alma, una especie de masoquismo que más que darme la paz me la arrancaba. Cuántas veces había escuchado que la vida era para los valientes, y yo sentada, sintiéndome cada vez más y más cobarde, pensando, intentando romper con mis silencios, intentando, inútilmente, levantarme y caminar, seguir caminando, pero las fuerzas me habían abandonado. Se cumplían años de la muerte de mi padre, y algo que pensaba que ya estaba superado volvía una y otra vez a desangrar mi alma. Se apoderaba de mi de nuevo el vacío, la oscuridad, la tristeza… ¿Por qué había personas capaces de asumirlo todo, de enfrentarse a todo y a mi me costaba tanto lidiar con mi vida?

No entendía para qué estaba en este mundo, aunque quizás no era esa la pregunta adecuada. Las mentes demasiado sensibles sufríamos demasiado. A veces pensaba que estaba aquí para ir acariciando almas, para llevar un poco de consuelo o un poco de paz, o simplemente para rozarlas con un pedacito de esperanza, de fe. Las almas demasiado sensibles nos sentíamos torpes, perdidas en un mundo que nos resultaba a veces extraño, intentando tranquilizar a costa de nuestro aliento. Las almas sensibles…, esas almas que aún confiábamos en el hombre una y otra vez y que habíamos nacido sin escudo protector, esas almas con las que todo el mundo creía que podía meterse…

De nuevo una imagen invadía mi cabeza: Martina, Alfonso… Había conseguido apartarlos unos días, pero mi vacío era tan grande que habían aparecido de nuevo.

¿Cómo era posible que alguien te buscara para conseguir conocerte «casualmente»? ¿Cómo era posible que alguien consiguiese hacer que te enamorases, que le dieses la vida en cuerpo y alma con la intención de matarte después? ¿Cómo podía haber alguien tan cruel? No sólo habían intentado matar mi cuerpo, durante meses habían intentado matar mi alma. ¡Qué fácil era para algunos conseguir vaciarte poco a poco, anular tus sentidos, hacerte sentir cada vez más y más débil, más torpe, más inútil! ¿Cómo podría reponerme de semejante traición?

Sentía como una nube negra se cernía sobre mi alma oscureciendo el amor que sentía por Sergio. ¿Sería capaz, en algún  momento de amarlo como se merecía, de confiar en él plenamente hasta el punto de dejar mi vida en sus manos? ¿Sería capaz de superar el pasado?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.